En contraste con la enorme cantidad de libros dedicados a la historia de la arquitectura, sorprende la escasa atención que ha recibido el devenir de maestros de obra, aparejadores y arquitectos, pese a que su trabajo está marcado por las circunstancias materiales, sociales y culturales en las que se llevó a cabo. Carlos J. Irisarri contribuye a llenar este vacío abordando un momento crucial en la historia del arquitecto: su establecimiento como profesional en el siglo XVIII tras un proceso iniciado en el antiguo oficio medieval.