La mala educación nos hizo buenas para los demás. Ahora toca serlo para nosotras.
«Funciona como un trampolín: te enfada, y después te empuja hacia adelante.» Ana Requena Aguilar
Buenas esposas, concubinas, amantes, hijas, madres. Siglos de (mala) educación han insistido en formar a las mujeres como buenas servidoras, siempre al servicio de otro. Incluso cuando la escuela estaba fuera de su alcance, estas enseñanzas inorgánicas se repetían hasta convertirse en un sustrato permanente que todavía a día de hoy impulsa a las mujeres a cumplir miles de mandatos.
Esto es lo que sostiene María Florencia Freijo en (Mal) Educadas: que las mujeres han sido y aún son preparadas, tanto desde la educación formal como la informal, para amar sin condiciones a riesgo de quedarse solas, para limitar su propio poder y para ceder sus espacios y libertades. Con una aguda mirada histórica y una escritura lúcida y personal, la autora encuentra en esta mala educación el hilo que ha unido durante siglos, y aún sigue uniendo, los destinos de muchísimas mujeres que siempre merecieron más.