Marcello Mastroianni tenía once años cuando se unió a la pequeña compañía teatral de su parroquia. A los veinte, Visconti lo escogió para el teatro y le hizo ser parte de su Olimpo; luego, Fellini haría de él la encarnación del latin lover. Gracias al cine Mastroianni lo fue todo: unas veces gran mujeriego, otras impotente, celoso o cornudo, pero siempre dispuesto a revelarnos el lado más humano de sus personajes y sus propias vivencias, las de un hombre que forma parte de la esencia misma del cine no ya italiano, sino mundial.
Este es el cuaderno de notas de un actor en su madurez, un hombre que supo encandilar a la muerte contándole historias del ayer… Y la muerte, como todos sabemos, se quedó escuchándole hasta que el maestro hubo escrito la última palabra.