Desde unos orígenes pobres hasta la mayor gloria, pasando por cada una de sus muertes y sus respectivas resurrecciones, por las definiciones sobre sus amigos y sus enemigos, todo está relatado aquí por él, en primera persona, un Maradona íntegro y también íntimo. Es este Maradona que confiesa y que define sin reservas: “Al Diego, a mí, me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la Torre Eiffel. Yo tenía puesto el pantalón de siempre, el único, el que usaba en el invierno y en el verano, ese de corderoy. Allí caí y me pidieron, me exigieron, que dijera lo que tenía que decir, que actuara como tenía que actuar, que hiciera lo que ellos quisieran. Y yo hice. Yo... Yo hice lo que pude, creo que tan mal no me fue”.
¿Quién conoce la historia de Maradona mejor que él mismo? ¿Quién se atrevería a adivinar qué pasaba por su cabeza antes de dormir en una piecita de dos por dos, en Fiorito, acompañado por sus siete hermanos?
¿Quién osaría afirmar cuál fue su mayor alegría y su peor tristeza? Nadie mejor que el propio Diego, perdón, “el Diego… de la gente”, como a él le gustaba ser y que lo llamaran.