Cada tarde, al ponerse el sol, el tiempo parece detenerse en las miradas de los saharauis. Miradas de espera, de cansancio, de nostalgia. Pero también son miradas de esperanza, de ilusión, de ansia por recuperar un tiempo perdido. Como quien espera una nube que traiga la lluvia, una lluvia necesaria para un pueblo obligado a vivir en uno de los lugares más inhóspitos de la tierra.