El irlandés Oscar Wilde (1854-1900) fue uno de los grandes agitadores culturales de su época. Autor polifacético y versátil, cultivó con impagable maestría desde el teatro y la poesía hasta la narrativa oriental y el aforismo, el cuento corto o el ensayo.
De entre toda su producción, El retrato de Dorian Gray (1890) destaca no sólo por ser su única novela, sino también su trabajo más perdurable. Las desventuras de Dorian Gray, ese dandi paradigmático y ocurrente obsesionado con lo efímero, y su pánico a envejecer nos deparan la más genial y absorbente de las vueltas de tuerca que jamás se le hayan dado a la novela fáustica.