Inveterado insomne, un guionista de cine tangerino descubre que para conciliar el sueño necesita matar. La primera víctima será su madre. Pero el efecto se reduce con el tiempo y debe reincidir. Se transforma en un durmiente «a sueldo». De incógnito, comete crímenes tan perfectos como los del cine. Cuanto más importantes son sus víctimas, mejor duerme, y así proseguirá la escalada. En El insomnio, Tahar Ben Jelloun desafía este mal que afecta a millones de personas con una ironía y un humor sin precedentes.
«Noches en vela, noches yermas, sin sueños, sin pesadillas, sin aventuras. Noches tristes. Noches estrechas, mezquinas, reducidas a sufrimiento. Noches inútiles, sin interés, sin gracia. Noches para olvidar, para tirar a la basura. Noches traidoras. Noches sin pudor. Noches de bandidos, de canallas, de cabrones. Noches sucias, perversas, crueles, repulsivas. Noches indignas del día, del sol, de la luz y de la belleza del mundo.»