Si algo caracteriza al hombre, en comparación con el resto de animales, es que carece de la capacidad innata de orientarse en la vida. Más bien al contrario, lo natural en él es encontrarse perdido, confuso, sin saber hacia dónde dirigirse ni cómo afrontar los escollos que le salen al paso.
En este breve tratado Epicteto compensa esta desgraciada fatalidad con enseñanzas vitales que trascienden la contingencia de los días y las horas, que son válidas in illo tempore.
Epicteto nos descubre que, si somos algo, eso que somos es un ser de representaciones, y que para orientarnos y no descarriar debemos, sobre todo y en primer lugar, considerarlas como tales. Solo entonces estaremos en condiciones de atemperar en nuestro ánimo las que son terribles.
Un tratado escueto, sintético, milimétricamente preciso para orientarse en la vida.