Eva Baltasar cierra el tríptico sobre la vida y los deseos de tres mujeres con una novela animal sobre una joven que abandona la ciudad para instalarse en una casa aislada.
La protagonista de Mamut es una chica arcaica atrapada en la vida moderna. Su hábitat es la ciudad, donde trabaja para vivir. Quiere ser madre, y esto la obliga a acercarse a los hombres ¿Cómo resistir el hormiguero humano si tienes instinto de cazador solitario?
Un día abandona la ciudad, cambia de entorno y se convierte en la dueña de una casa completamente aislada. Allí solo están el pastor, la soledad y bestias que te alimentan o te amenazan. El instinto trabaja, la conciencia se altera y se gesta una transformación.
Esta no es una novela más sobre la huida al campo, esto es una bomba de relojería sobre las llagas de la sociedad contemporánea, una narración in crescendo que aúlla a merced de esta novelista salvaje que es Eva Baltasar.
Sobre sus anteriores novelas se dijo:
«Maneja los sentimientos como material radioactivo, como algo que nos mata y nos ilumina».
Javier Rodríguez Marcos, Babelia
«La voz íntima y profunda de la narradora mueve el libro. Divertida, cruda, brutal, oscura y extrañamente edificante en su honestidad [...]. La experiencia de leer Permafrost es absolutamente inolvidable».
The New York Times
«Un magma de sensaciones, dudas y aspiraciones. Un tesoro. Lo sustancioso de Permafrost se encuentra en la brecha entre las fantasías que proyecta la narradora sobre las mujeres que la rodean #que la ven como una mujer libre y satisfecha# y la sensación de asfixia que la constriñe».
Le Monde
«Baltasar es habilísima. Una Dorothy Parker catalana. Irónica, implacable».
La Repubblica
«La suya es una subjetividad poética que mira el mundo y descubre que todo eso que nos contiene puede mirarse por primera vez».
Gabriela Wiener
«El estilo de Baltasar es impecable».
Carlos Zanón, El País
«Una lucidez fría pero candente, admirable, en su aproximación al detalle».
Nadal Suau, El Cultural
«Describe como no pensabas que pudiera hacerse».
Julià Guillamon, La Vanguardia