El relato fue la forma de expresión favorita de Horacio Quiroga, en la que destacó, y que en su caso fue directa y viva hasta la violencia. Una vez superadas ciertas influencias —especialmente de Poe, Maupassant o Kipling—, Quiroga consiguió acreditarse como uno de los narradores americanos más personales e intensos, con fuerte impacto sobre escritores posteriores como Cortázar o Piglia. La publicación de esta obra, largo tiempo descatalogada en España, supone la oportunidad para el lector peninsular de descubrir una joya poco conocida. El desierto (1924) consta de tres partes. En la primera se recogen dos relatos relacionados con la selva y el norte argentinos (en Misiones, cerca del Paraná), un tema casi obsesivo del autor. En la primera se recogen dos relatos de Misiones, cerca del Paraná. En la segunda, cuatro cuentos urbano-románticos, dos de los cuales con giros fantásticos que los alejan del patrón convencional. La última parte reúne cinco fábulas que exaltan el poder transformador de los sentimientos, sintetizando así un doble credo que emana de la obra quiroguiana: el amor humaniza y el odio embrutece.