Saúl está preocupado: no puede usar sus poderes a voluntad y algunos miembros del Consejo empiezan a preguntarse si realmente es el Elegido del Bien y su legítimo emperador. Las tensiones se disparan en Neosalem por las decisiones crueles que va tomando y, para reforzar su poder, organiza unos juegos, todavía más intensos que los anteriores, en los que Leïla participa, armada solo con un cuchillo. Con la ayuda de unos pocos amigos que le han permanecido leales, provocará una verdadera revolución entre los esclavos.