¿Qué tienen en común un planeta, un huevo de pez y la punta de un bolígrafo? Según Wagensberg, comprender significa lograr la mínima expresión de lo máximo compartido. Pues bien, resulta que a nuestro alrededor, un número enorme de objetos parece compartir un reducidísimo número de formas: aunque no tenía por qué ser así, la naturaleza exhibe ritmo y armonía. Además, aunque tampoco tenía por qué ser así, la naturaleza parece inteligible. En este ensayo vibra la ambición de tratar la perplejidad que estas comprobaciones pueden suscitar. ¿Por qué ciertas formas –esferas, hexágonos, espirales, hélices, parábolas, conos, ondas, catenarias y fractales– son especialmente frecuentes? ¿Por qué justamente éstas y no otras? ¿Cómo emergen? ¿Cómo perseveran?
Para comprenderlo y explicárnoslo, el autor teje todo un esquema conceptual con el que organizar su reflexión. El hallazgo consiste en enfrentar la complejidad con la incertidumbre. A partir de ahí se desgranan, bien trabados, el resto de los conceptos: anticipación, movilidad, tecnología, independencia y, sobre todo, las tres grandes selecciones (fundamental, natural y cultural). El conjunto es La rebelión de las formas, un estudio genuinamente interdisciplinar que no reprime brillantes incursiones en el arte, la filosofía, la música e incluso la escritura.