Un día nuestros padres discutieron tan fuerte que nuestra casa se partió en dos. Mamá se quedó en una mitad y papá en la otra. A nosotros, no nos quedó más remedio que cruzar de un lado a otro porque ellos se negaban a hacerlo. Pero, cada vez, la grieta se hacía más grande...
Una historia tierna que nos recuerda que la convivencia es posible incluso en los momentos más difíciles.