Considerado un texto clave en la historia del alpinismo, el ascenso a esta montaña de la Provenza francesa por parte del poeta Petrarca, en compañía de su hermano Gherardo, constituye un episodio nada frecuente en la época. Parece que tan extraño impulso de los hermanos tuvo por deseo imitar la ascensión de Filipo V de Macedonia al monte Hemo de Tesalia, una ascensión narrada por Tito Livio, con la excusa de contemplar los mares Adriático y Euxino. Petrarca da cuenta en esta carta de las emociones que le suscita la aventura y se deleita con la contemplación del paisaje, como podría hacerlo un montañero de nuestros días. Solo que lleva consigo las «Confesiones» de san Agustín y con ellas la tiesura entre cierto canon moral sobre la metáfora de elevación que sustrae de la propia montaña y el placer sublime y sensual
que procura la experiencia de la escalada y la percepción estética de la naturaleza.