Un testimonio de dedicación y altruismo. Entregada incondicionalmente a su comunidad, su influencia perdura en el tiempo, irradiando amor y compromiso.
La bondad con nombre de mujer narra las vivencias y vicisitudes de doña Elena Maristany Pomar, una mujer de belleza y sensibilidad inigualables, perteneciente a la burguesía catalana. Fue el azar o la providencia lo que la unió a un hombre culto, intelectual y de abolengo de Priego de Córdoba, al sur de Andalucía. La dedicación incansable de Doña Elena en la postguerra española benefició a numerosas familias, superando grandes dificultades. Hoy, su figura es venerada y considerada de relevancia humanitaria gracias a su fe.
«Somos muchos los afortunados que conocimos a doña Elena Maristany Pomar. Completamente humana, dedicada a su familia y a nuestro pueblo. Tuve el privilegio de conocerla en diferentes etapas de mi vida, desde mi infancia hasta en su Ciudad Condal, donde nos reuníamos con amigos en tertulias. A menudo, nos deleitaba con sus melodías al piano, tocadas con sus delicadas manos. Se suele decir que detrás de un gran hombre hay una gran mujer; en este caso, detrás de una gran mujer había un gran hombre, su esposo, el señor Gámiz». Francisco Merino, exdirector del Noticiero Universal.