Además de poner de nuevo a disposición del lector en español esta obra ineludible de la literatura universal, la recuperación de la versión y la introducción crítica que Francisco Ayala realizara para Losada, en el exilio bonaerense, de las Conversaciones con Goethe de J. P. Eckermann nos revela un momento excepcional en la historia de la recepción de estas páginas iluminadoras. Si en la no muy conocida faceta de traductor del Premio Cervantes granadino, los literatos y pensadores alemanes —de Rilke a Thomas Mann, de Schmitt a Kelsen— contribuyeron a su subsistencia real, también puede atenderse a cómo le hablaron, interrogando el estatuto de Ayala como intelectual testigo de los conflictos bélicos del siglo XX. Goethe, poeta inmortal, genio de la modernidad, autor de Werther, Fausto o Las afinidades electivas, se presenta aquí como un gran visionario que desde su retiro en Weimar se resistía a la Europa de los incipientes desgarros nacionales. Aún resulta emocionante comprobar cómo, después de lo vivido, el sereno y lúcido traductor animó en los años cincuenta del siglo pasado a comprender que «Goethe está ahí para nosotros», y que más que el devoto Eckermann, eran sus lectores contemporáneos —ya nosotros, pues la guerra no cesa— los que mejor podrían asumir las razones profundas de la posición del poeta. La lectura de precisión que Ayala realizó del clásico nos invita a penetrar con mayor agudeza en la trama literaria del libro, algo a veces orillado en la celebración de su supervivencia como insustituible cuadro de época para comprender la vida y obra de Goethe. Esa «tensión entre almas», esa «amistad intelectual particularísima» hacen que en las Conversaciones, junto al documento vital e incluso la idea de obra maestra por pluma interpuesta, se escenifique una íntima pieza dramática dialogada entre el poeta declinante y el discípulo entregado, donde se precisa saber leer entre líneas para completar lo presente con lo que se calla.